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De yigüirros y perezosos

Exótico no es. Más bien anodino de apariencia: con ese plumaje de color pardo mate, pico amarillo
y patas marrones; la forma y el tamaño del cuerpo es casi genérica. Como los mirlos, sus primos
europeos.
El yigüirro (Gilbdrossel en alemán) fue declarado símbolo nacional en la Costa Rica de finales de los
años setenta, y si fueran capaces de entenderlo, lapas verdes y rojas, quetzales, trogones, tucanes,
colibríes endémicos, garzas y un largo etcétera de aves mucho más vistosas que pululan en
nuestros bosques, se habrían preguntado el porqué de la elección de tan humilde colega. Y claro, la razón es el canto, que desde siempre acompañó a nuestros tatarabuelos en sus jornadas
en el campo; que se dejaba oír a diario en los quehaceres del hogar y en los solares de las casas de
San José, Heredia, Alajuela y Cartago; que atenuaba las soledades de los caminos de mulas de
Puntarenas; que se colaba en las tardes calurosas de tertulia de los zaguanes de Limón y
Guanacaste.

Yigüirro en Costa Rica

El yigüirro anuncia al cantar, además, la llegada de las lluvias, tan importantes para aquella gente rural nuestra, volcada a la tierra. Por todo eso el canto del yigüirro, como símbolo, es un homenaje a lo intangible de nuestra identidad. A eso tan frágil que se puede perder en una generación, en un momento de olvido.

El oso perezoso, de dos y tres dedos, fue declarado símbolo nacional en 2021, en una Costa Rica
muy distinta.

Claro que es fantástico el carácter conservacionista de la declaración. ¡Enhorabuena! No me malentienda quien me lee: yo no tengo nada en contra de los osos perezosos (aparte del
hecho de que se ven escalofriantes con el pelaje empapado, recién salidos de un río). Son animales que cualquier turista asocia inmediatamente con nuestras latitudes, parecen sonreír y estar de vacaciones permanentemente. Son el símbolo perfecto de una campaña turística y siente uno que sólo les falta una camiseta con el “Pura Vida” y decir welcome. Altamente fotogénicos e
instagramables, se les encuentra en llaveros, peluches, camisetas, tazas, y hasta en nuestros
billetes. Más que símbolo nacional, ha terminado siendo un fenómeno mercadotécnico. Y es que, con cada elemento añadido a la lista de símbolos nacionales, su significancia se diluye aún más.
Para mí todo eso es un síntoma de algo que voy a llamar la “souvenirización” de la cultura: la
identidad tica distorsionada en función de la atracción de divisas, en una carrera por ser lo más
exótico posible y ganarle visitantes a otros destinos.De tal souvenirización se encuentran señales, no siempre sutiles, aquí y allá.

Un yigüirro canta frente a una choza en la Costa Rica del siglo 19. Imagen creada con IA
Turista con camiseta estampada , descansando en playa. Imagen creada con IA

Hace unos años se podía leer en la página de Wikipedia de Costa Rica (créalo o no) que el origen de
los motivos de las carretas pintadas (que es parte del logo de nuestra Verein) estaba relacionado con el calendario azteca. Sí, ya sé, a Wikipedia cualquiera le mete mano, pero también es cierto
que cualquiera puede señalar errores y solicitar correcciones, que probablemente fue lo que
terminó pasando, por dicha. De todas maneras, tal caballada revela un anhelo de “cachicomprar” el prestigio cultural de elementos culturales mucho más conocidos internacionalmente, pero en este contexto, completamente ajenos.

En el mismo artículo se podía leer que nuestro país es multilingüe, incluyendo el italiano coto-
bruceño y el alemán sancarleño como parte de nuestro repertorio lingüístico. De nuevo, usted que me lee va a tener que confiar en que no lo estoy inventando. Y si conoce alguien que hable tales
dialectos, por favor contáctenos: lo queremos entrevistar.

Yo digo que Costa Rica no necesita pretender ni copiar; que nunca seremos tan ricos y exóticos
culturalmente como México, Guatemala, Perú, Brasil entre otros, pero tampoco necesitamos serlo
porque nuestro país y nuestra gente son fantásticos así tal cual. “Yo no envidio los goces de Europa, – reza una canción que nos cambia la frecuencia cardíaca a muchos de los que estamos de este lado del charco – es mil veces más bella mi tierra, con su palma, su brisa y su sol”. No podemos dejar que el ser costarricense termine siendo una caricatura sobrecoloreada en función de lo que alguna entidad turística crea que nos va a dejar más propinas. Que, si los gallos de papa con chorizo y las empanadas de frijol le resultan insípidas a algún visitante, basta con que no se las coma, y listo.

 

Bradypus variegatus

El bagaje cultural de un pueblo es la forma en que este tiene para interpretar sus propias
circunstancias, pasadas y presentes, así como un intento por asir el futuro de la mejor forma
posible. Debe calzar como un guante con la realidad social, histórica y geográfica del país dado, o
este se vuelve disfuncional culturalmente. Por ende, nuestra gastronomía, paisajes culturales,
forma de hablar, música, nuestra cultura como un todo deben estar en primer lugar en función de
nosotros, los ticos. Y, en segundo lugar, está ahí para cualquiera que quiera ser parte de la
experiencia costarricense verdadera, única y genuina. Pues parte de nuestra identidad es y fue
siempre ser sencillos y amigables, como ese pajarillo café que no deja de canturrear entre
aguaceros.

¿Con todo lo que hemos cambiado, lo escogeríamos de nuevo hoy como símbolo?